En tu mirada azul, todo.
La pregunta
El llanto
El salto
Las ganas de correr.
Tu mirada azul rasga la línea precisa del horizonte
para usarlo de cordel.
Y con el cordel
creas siluetas a tu gusto infantil.
El caballo sin doma previa,
el corazón impreciso de óvalos vibrantes.
Huyes con su extremo sin perder de vista lo que pende del otro lado,
enterrado en el cielo.
Corres, avanzas, galopas sin pies
porque has conquistado las patas del caballo que imaginaste.
El cordel deja de ser cuerda,
el corazón se torna serpiente.
Áspid terrible en tu mundo hilarante.
Así que corres aún más rápido.
Casi vuelas.
Tus patas ya no son piernas
sino enormes neumáticos
que dejan en la arena,
impresas, unas huellas minúsculas
de pies diminutos
que solo pueden ser de niño.
Del que mira azul.
Sin duda.
Ese.
A Nicolás, mi niño que mira azul