Dicen que las grietas aún siguen solas
huecas de exasperación, chillonas
porque en ellas reverberan hasta los ruidos más mínimos.
Dicen, murmuran
que quieren dejar de serlo.
Eso, grietas sin más.
Rayaduras en su espacio intermitente.
Se dice por ahí
que fingen ser la continuidad del asfalto,
que cuando llueve se tragan el agua,
apenas sin respirar la engullen.
Que se tapan enseguida y se travisten de llana.
Ese vecindario incómodo divulga puntual
la tristeza de su existencia quebrada.
¡Entren! pasen y vean.
Pero ni un alma se desliza dentro.
Asomados al borde se conforman
e imaginan que en lo más profundo de ellas
el agua corre,
sin más.
