Desconozco cuál es tu secreto.
Esa alta cumbre a la que no me permites llegar.
Ese lugar vespertino que me tienes prohibido,
al menos, desde que te observo con mi catalejo.
Cierras la puerta, giras el pestillo
y comienza la fiesta inaugural
de un impúdico secreto.
Afuera, agazapada, silenciosa, prieta
afino mi oído
con la intención de dotarlo de visión diurna,
de atravesar la puerta que me separa de tu verdad.
Me agita por dentro.
y suena a metal, a acto cotidiano, a útiles pequeños
a mordaza y a costumbre.
Recreo así un episodio imaginado
y salen fuera mis fantasmas,
los ancestrales, los de siempre
y quedan dentro los tuyos,
a los que solo oigo levemente susurrar
que aquella puerta la cierran ellos,
no tú.
Porque una vez cruzado el umbral
formas parte de la tribu.

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