A mi madre, mi compañera de viajes, la que me desplaza y ubica
Mi viaje lo iniciamos juntas aunque ninguna preguntó a la otra si aceptábamos la propuesta. Hoy seguimos siendo dos viajeras que van tomando trenes que curiosamente llegan a todas partes.
Me pregunto qué habría sido de mis viajes, los que hago a solas, si hubiera sido más exigente en algunas ocasiones con las tierras visitadas, pero ya sabes que me gusta la vida en proporciones serenas que suelen intuirse en la línea del horizonte más próximo. Mi vista se queda posada en él como los pájaros en los cables de tensión, inmunes a cualquier chispazo eléctrico.
Llenas mi memoria cada vez que me dispongo a gobernar mis paisajes y decidirlos mil veces. Rehago la luz y siento cómo la oscuridad se retira para dejarte pasar. Sin apenas fotos de mi infancia, compongo rostros, habilito oídos y construyo tactos de un pasado que doblado va en mi maleta. En ella vamos las dos, hechas de esas ausencias fotográficas que han creado una memoria compartida e inmensamente feliz.
Me encantaría saber que me recuerdas como la niña que fui, poder hacer inmortal cada mirada tuya puesta en mí. Con tu ternura me hago diminuta hasta quedar tendida en un paraíso sin espacios que no figura en ningún mapa antes consultado. Adoro el modo en que me insuflas aire en el preciso instante en que empiezo a dejar de respirar. Esta bendita conexión hace de ti y de mí una pareja heroica sin conciencia de necesitar trenes para seguir avanzando.
Me avergüenza preguntarte durante el trayecto qué piensas cuando me miras. Solo con tus pequeños ojos hirvientes creo conformarme. Aplaco mi curiosidad y completo la descripción con un silencio cómplice que no me haga pensar más de la cuenta. Como esa pareja literaria, nos vamos contagiando de locura y cordura en un binomio equilibrado en nuestro viaje interior. Me pregunto si yo sola seré capaz de no desesperar cuando los trenes pasen con menos frecuencia.
Sigamos viajando hasta entonces, hagamos de mi mapa un terreno inexplorado en el que los mejores atajos aún están por descubrir, y del tuyo, la razón del viaje.

Ilustración de Elizabeth Rodríguez Checa