Sucede

Basta con que me mires

para que las tripas se volteen

y  se contorsionen

haciendo formas imposibles.

Basta con que me hables

para que mi boca se haga agua

y mi lengua se pierda

en un mar de saliva.

Basta con que tus dedos se dirijan a mi

para que los míos pierdan su norte

y olviden qué lugar ocupa cada uno.

El meñique queda en el centro,

el índice donde el pulgar

y el anular vaga perdido

buscando la mano.

Basta con que descubras un baile

para que mis pies se olviden de lo que son

y se crean muelles irreverentes

que suben para no bajar.

Basta con que me bastes

y

te resistes a que suceda.

O no.

Quién sabe qué estás pensando. 

Ilustración Iria Gómez Rodríguez

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