Basta con que me mires
para que las tripas se volteen
y se contorsionen
haciendo formas imposibles.
Basta con que me hables
para que mi boca se haga agua
y mi lengua se pierda
en un mar de saliva.
Basta con que tus dedos se dirijan a mi
para que los míos pierdan su norte
y olviden qué lugar ocupa cada uno.
El meñique queda en el centro,
el índice donde el pulgar
y el anular vaga perdido
buscando la mano.
Basta con que descubras un baile
para que mis pies se olviden de lo que son
y se crean muelles irreverentes
que suben para no bajar.
Basta con que me bastes
y
te resistes a que suceda.
O no.
Quién sabe qué estás pensando.
